Vivir en abundancia no tiene que ver
con cuanto dinero, éxito, reconocimiento y posesiones tenemos sino con un
estado interno de plenitud, alegría, agradecimiento y gozo que esta más allá de
lo que tenemos o hemos logrado.
Es común ver gente que ha llegado a la cima y
se deprime, gente dueña de una gran riqueza material y que no le encuentra
sentido a su vida, gente que esta rodeada de bendiciones y amor y no puede
tomarlo ni apreciarlo.
Podemos tener todo y aun así
experimentar pobreza.
La abundancia es un estado equiparable
con una frecuencia radial a la que accedemos, esta siempre allí, sólo
necesitamos aprender a sintonizarnos con ese estado vibratorio y conocer todo lo que no compatibiliza con esa frecuencia, lo
que nos impide sintonizar el dial.
El amor, la gratitud, el deseo de dar
de todo corazón, la aceptación y la entrega, la capacidad para abrirnos a
recibir y para experimentar gozo en la vida son los principales elementos que
magnetizan la abundancia en nuestra vida, ya que son frecuencias afines a ella.
Los maestros, la Kabalah y las distintas corrientes espirituales nos lo dicen
siempre y de muchas maneras. A veces no sabemos cómo llegar a esos estados aun
deseándolo, una buena forma de acceder es a través de reconocer los obstáculos
que obstruyen la libre expresión de esas cualidades del alma, de ese estado que
forma parte de nuestro Ser Esencial.
Es muy importante reconocer las formas
en las que nos resistimos al fluir de la vida y de los dictados del alma, aquí
el ego se interpone con su voluntad, impidiendo la entrega a los procesos
involuntarios del Ser, a la sabiduría que llevamos dentro y al caudal de amor y
alegría que es nuestra verdadera naturaleza, muchas veces enterrados bajo capas
de defensas y dolor no sanado.
Allí donde experimentamos vacío,
carencia y sensación de falta, allí suelen estar presentes
algunas obstrucciones que necesitamos comprender y atravesar. Muchos
de estos impedimentos tienen que ver con el niño interno no sanado, áreas de
nuestro inconsciente en donde no pudimos elaborar heridas y dolores que siguen
drenando energía en nuestra vida sin darnos cuenta, aspectos en donde no hemos
podido madurar ni acceder a nuestra magnificencia esencial, que es un estado de
unidad con la vida y con el Todo.
Observen sus zonas de insatisfacción y
luego pueden chequear esta lista para ver cuáles son las obstrucciones que
detectan, cuáles de estos ítems les resuenan internamente, creando carencia en
sus vidas.
HE AQUÍ 12 IMPEDIMENTOS QUE OBSTRUYEN
LA ABUNDANCIA
1- EL
MIEDO:
Cuando estamos sintonizados con
el miedo tendemos a atraer lo que tememos y queremos evitar. El miedo a la
escasez, a la infelicidad, al abandono, al rechazo, a la muerte, a la
enfermedad, a la soledad, al fracaso, al infortunio, a la vejez, al dolor, a
perder el control, a las pérdidas, a la vida, a lo desconocido, a ser heridos
etc. son estados internos que no compatibilizan con la abundancia, necesitamos
conocerlos, enfrentarlos, experimentarlos conscientemente, cuestionarlos,
expresarlos y disolverlos para acceder a ella. Un gran obstáculo que es muy
frecuente, es el miedo al miedo. Le tememos a la experiencia del miedo y eso lo
hace mayor, trae mucha ansiedad, mecanismos de evasión, formas de
entumecimiento, actitudes defensivas, sensación de impotencia y debilidad
permanente.
2- CREENCIAS
NEGATIVAS Y NO MERECIMIENTO:
Son los pensamientos negativos y todo lo que
creemos acerca de la vida y que no condice con
nuestro deseo consciente de abundancia. Por ejemplo: “eso no es para
mí” “no me lo merezco”, “hay algo malo en mí”, “no soy lo suficiente”, “si
deseo prosperidad no soy bueno, no soy espiritual”, “el dinero es malo y
ruin”, “el amor es sacrificio”, “la vida es sacrificio”, “todo se
logra con esfuerzo”, “si mi familia no lo logró yo tampoco”, “nunca tendré lo
que deseo”, “lo mejor de la vida no es para mí”, “nunca seré amado tal como
soy”, “el amor no existe”, “la felicidad no existe”, etc. Necesitamos encontrar
esas frases internas que se transforman en leyes que tendemos a confirmar y reforzar, es preciso reconocer y hacer conscientes las actitudes
que acompañan estas creencias y que generan los resultados de siempre,
perpetuando un círculo vicioso.
3- LA
CULPA Y LA VERGÜENZA:
Las reconocemos por sus efectos de auto
sabotaje, por la imposibilidad de tomar lo mejor de la vida y ser felices, de
concretar lo que anhelamos. Muchas veces la culpa es inconsciente y esta
racionalizada o desplazada en los demás, en las circunstancias, en Dios, en el
destino, el karma, etc. A veces, cuando no tenemos elaborados duelos, pérdidas y heridas,
es común quedar detenidos en la culpa y esto crea un clima interno de no
merecimiento y formas de expiación inconscientes, formas de “pagar” a través de
la infelicidad y el infortunio. Podemos sentir culpa por seguir vivos mientras
otros murieron, culpa por tener algún tipo de abundancia o fortuna que otros no tienen: dinero, salud, amor, éxito, belleza, talentos, etc.
Hay culpas que no son reales y
tienen que ver con conclusiones a las que llegamos cuando éramos
chicos, creyendo por ejemplo: que por nuestra culpa no nos amaban, creyendo
que hacíamos algo mal, que éramos malos o teníamos defectos que nos
hacían indignos, tal vez traíamos cualidades que no eran comprendidas o
aceptadas en la familia y eso nos hizo sentir culpa por ser como éramos, o nos
culpábamos por la infelicidad de nuestros padres o mayores, El niño siempre
siente culpa y cree que es el responsable de todo lo que ocurre de malo en el
hogar, de las limitaciones, las frustraciones y el sufrimiento de sus padres,
de los maltratos que recibe, creyéndose merecedor de los mismos, esa culpa
queda internalizada y continúa el resto de la vida adulta tiñendo y
oscureciendo el propio destino, no pudiendo tomar lo bueno, rechazando la
felicidad y la abundancia, el amor de los demás, el éxito, etc.
También existe la culpa que tomamos de
nuestros ancestros, culpas que cargamos por daños que cometió algún antecesor
en la familia y que no nos corresponden, esas culpas debemos ordenarlas y
sanarlas en el sistema familiar. Está también, la culpa por diferenciarse del
clan al que pertenecemos, la culpa por superar a nuestros mayores, la culpa por
elegir algo distinto que está más allá de los valores y tradiciones familiares,
esto se lo suele vivir como traición y detiene mucho la propia expansión y el
crecimiento. Mucha gente queda detenida en este lugar y no se atreve a
progresar, a transgredir mandatos, desoyendo incluso la voz del alma con sus
anhelos, su vocación, sus dones para dar, su propio destino.
Hay culpas reales que necesitamos enfrentar con valor y dignidad. Cuando hemos causado daño o lastimado a alguien es importante tomar la responsabilidad por nuestros actos sin autocastigos, ya que estos no compensan a nadie. La forma más sanadora es a través de alguna forma de reparación directa que nos traiga paz y reconciliación, otro aspecto importante es poder perdonarnos y mirarnos con amor sin dejar de asumir las consecuencias de nuestros actos, y sentir la culpa por lo que no dimos, por no haber amado, por haber lastimado o dañado, incluso a nosotros mismos, ya que no somos seres separados, en esencia.
Enfrentar la culpa real trae paz y reparación real, nos dignifica, nos trae de regreso la sensación de merecimiento, el derecho a recibir, a ser felices.
La vergüenza crea una sensación de
inhibición y contracción que se alimenta de las creencias de no merecer,
de no ser suficientes, de ser inadecuados por lo que somos y necesitamos, de ser imperfectos y cometer errores, de estar por debajo de nuestras expectativas. La vergüenza puede estar relacionada, tanto con nuestras fallas y defectos como con lo bueno que tenemos, nuestros dones y cualidades positivas. Existe también la vergüenza de quedar expuestos frente a los demás: Ser reales incluye muchas veces, atravesar la vergüenza de mostrar nuestra propia vulnerabilidad.
4- LA
INGRATITUD:
Tiene que ver con no valorar ni
apreciar todo lo que tenemos, lo que nos rodea, lo que recibimos de la vida, el
amor que nos llega, los bienes que poseemos, el valor, los talentos que
tenemos, el tener las necesidades básicas cubiertas. Damos por sentado todo
esto y nos paramos en una actitud de carencia, de queja, vemos todo lo que nos
falta y no apreciamos lo que hemos logrado, lo que tenemos, lo que recibimos,
lo que damos, lo que somos, lo que son los demás. No vemos todas las
bendiciones que nos rodean, no apreciamos el milagro de cada día.
5- EL ORGULLO:
El orgullo suele ser el efecto del
miedo a la propia vulnerabilidad, aun no reconocido. Es una actitud defensiva
como si estuviéramos por encima de las situaciones, como si no necesitáramos
nada, nos mantenemos aislados y separados de los demás creyéndonos superiores o
inferiores, comparándonos, secretamente o no, con los demás.
En esta posición defensiva nos negamos
a recibir, a pedir ayuda, a asumir nuestras carencias y faltas, nos paramos en
un lugar de rigidez sin animarnos a mostrar los lugares en donde no sabemos, no
tenemos idea cómo realizar algo, donde nos sentimos vulnerables.
Para ir hacia la abundancia tendremos
que atravesar el orgullo, aceptar cuánto necesitamos y que a veces no tenemos
idea de cómo crear lo que deseamos, para eso precisamos pedir asistencia, apoyo
y estar dispuestos a aprender de los demás y de la vida, estar dispuestos a
sentirnos principiantes, eso nos trae humildad y relajación, no tenemos que ser
especiales ni perfectos, no tenemos que saberlo todo ni ser mejores que nadie para sentir nuestro valor como personas, nuestra dignidad real,
ya no tenemos que demostrar nada y podemos dejar ese esfuerzo. Toda la energía
que estaba invertida en el orgullo se libera hacia la satisfacción, el disfrute, la
creatividad, la conexión con los demás y con la vida, la expresión de lo que somos.
6- EL PERFECCIONISMO:
En este lugar tenemos un ideal de
perfección tan alto que nos impide aceptar nuestras limitaciones e
imposibilidades temporales, creemos que deberíamos poderlo todo, hacer todo
bien y sin fallas, nos volvemos muy exigentes y críticos, nos esforzamos
muchísimo con un alto costo energético y luego no podemos disfrutar de nuestros
logros porque nunca llegamos a la altura de ese ideal y
nuestra capacidad para el placer y la relajación disminuye en proporción.
El perfeccionismo es algo que ejercemos
sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre la vida, así nunca es suficiente
lo que somos ni lo que hacemos, tampoco lo que son y hacen los demás, y lo
extendemos a la vida con lo que trae.
Aceptar la imperfección es un gran logro,
esto incluye renunciar a la creencia de que seremos felices si somos perfectos,
si los demás los son, si la vida lo es.
7- EL RESENTIMIENTO Y EL ODIO RETENIDO:
Estos estados forman parte de nuestras reacciones a la frustración y de nuestra humanidad, pero cuando quedan retenidos, quedan enquistados creando un clima emocional permanente. Si bien pueden ser estados temporarios en los
procesos de duelo, si no elaboramos las pérdidas, las heridas y los fracasos
podemos quedar detenidos en esta fase por muchos años. El efecto es un estado
negativo que crea una realidad adversa y hostil alimentando un círculo
vicioso, en este lugar culpamos al afuera por nuestra desgracia, por nuestras
carencias, por todo lo que no tenemos ni logramos. Al no haber
procesado heridas de la infancia es muy común culpar a los padres y quedar
atrapados en el resentimiento, creando una forma de venganza a través de la
propia infelicidad e infortunio, este mecanismo es inconsciente, y dice algo así como: “mira lo que me hiciste", "por tu culpa estoy así", "me las vas a pagar". Este mecanismo de venganza y resentimiento crea una culpa
inconsciente que es muy autodestructiva y alimenta la sensación de no
merecimiento, nos aleja de nuestro derecho existencial a la abundancia y a
tener una vida plena. La actitud negativa y defensiva nos da la sensación
de estar seguros y a salvo para que no nos vuelvan a lastimar, pero esto es
ilusorio. Aquí es necesario hacer un trabajo de elaboración de dolores no
resueltos, heridas no superadas ni sanadas, pérdidas que no han sido asimiladas
ni procesadas, defensas que nos mantienen separados y aislados, rechazando el
amor, la abundancia y lo bueno que la vida tiene para ofrecernos. Otro aspecto
importante a tener en cuenta es el aprender a lidiar con nuestras respuestas
inmaduras frente a la frustración, amparando a nuestro niño herido desde
nuestro yo adulto. Cuando integramos estos aspectos negativos, el efecto es un
aumento de nuestra vitalidad, surge una alegría, una espontaneidad y una
capacidad para disfrutar que antes estaba inhibida.
8- LA
NEGATIVA A DAR:
Cuando guardamos rencor y odio acerca
de nuestra vida, nuestro pasado, lo que no tuvimos, lo que no nos dieron, se
crea un mecanismo de reticencia a dar de todo corazón y vamos por la vida como
acreedores, reclamando, exigiendo y esperando que nos den y nos compensen por
todo lo que nos faltó y no recibimos. En la negativa a dar hay un
empecinamiento, no sólo en no querer dar a los demás, la mayor resistencia
suele estar en darnos a nosotros mismos lo mejor, tomando la
responsabilidad por nuestras necesidades y deseos.
Nos ponemos en una actitud de obligar a
los demás a que nos llenen nuestros huecos y carencias, a que nos satisfagan,
manteniendo una intención negativa, justificándonos con racionalizaciones y
excusas que creemos válidas pero que tienen un efecto muy negativo en nuestras
vidas, este lugar nos deja en un vacío que no se llena con nada, es como un
agujero sin fondo, acumulando aun más resentimiento,
odio y desesperanza. La actitud de “no voy a dar, ellos me lo deben” "la vida me lo debe",necesita
ser enfrentada y transformada, ya que crea un circuito de culpa, negatividad e
insatisfacción que es auto perpetuante, alimentando nuestra dificultad para
recibir y la sensación de no ser merecedores.
Lo que se encuentra debajo de
esta actitud defensiva es el dolor real por las necesidades de nuestro niño interno
que quedaron insatisfechas y que siguen supurando sin resolución, ya que lo que
no nos fue dado no puede ser compensado por nadie en nuestra vida adulta. Es
nuestra tarea soltar la obstinación, disolver las creencias negativas, atravesar el dolor, tomar lo que fue tal
como fue, afrontarlo, aceptarlo y sanarlo, para poder darnos lo que realmente
necesitamos, abriéndonos a dar y recibir.
9- LA
QUEJA:
La queja es un estado de letanía en
donde estamos parados en la carencia pasivamente insatisfechos y disconformes, en ese lugar nos ponemos en posición de
víctimas, demandamos atención y cuidados constantes, tomamos la energía de los
demás sin darnos cuenta, alimentando la sensación de impotencia, vacío, fracaso
y desesperanza. Allí no tomamos nuestro poder para crear la vida que
deseamos y nos dejamos a la deriva, esperando que nos salven, nos consuelen,
nos resuelvan, nos cuiden. La queja es una forma de no querer cambiar, y de
recibir energía y atención de los demás sin hacer nada ni tomar responsabilidad
por nuestra vida y nuestras creaciones negativas. Aquí esta muy presente el
niño interno no sanado ni reconocido, llamando nuestra atención para que nos
ocupemos de él.
10- LA
INCAPACIDAD PARA TOLERAR LA FRUSTRACIÓN:
Parte de nuestro aprendizaje como
adultos incluye la capacidad de tolerar la frustración, renunciando a la
satisfacción inmediata y absoluta en todo momento, expresado en una frase sería
“Lo quiero ya y a mi modo”, este es un estado natural en la niñez pero luego
necesitamos evolucionar y aprender a contener nuestras pulsiones, a encauzar
nuestros deseos y necesidades, tolerando que exista una brecha entre estos y la
satisfacción de los mismos. Todo aprendizaje requiere un grado de frustración e
incomodidad que es importante aceptar e incluir. El principio del placer esta
íntimamente ligado a nuestra capacidad para tolerar el dolor, cuando ésta es
escasa, nuestra capacidad para el placer disminuye proporcionalmente, allí
vamos a buscar placeres sustitutos y formas de compensar la carencia y el vacío
interno que deja esta actitud. Algo fundamental que necesitamos aceptar es que
en la vida hay placer y hay dolor, es un hecho inherente a la existencia, pero
no es algo que aceptamos con facilidad, no nos gusta ese aspecto dual de la vida
y sólo queremos placer, esto crea círculos viciosos y efectos que nos
aprisionan en el sufrimiento. Aquí nuevamente esta el niño interno que no
quiere ninguna frustración, que no tolera el displacer ni la incomodidad en
nada, trayendo aun más sufrimiento y aumentando la insatisfacción en esa misma
actitud tensa. Conocer e integrar este aspecto interno es de gran ayuda, la
parte que se resiste con dientes y uñas a experimentar el dolor y la
frustración, creando más pobreza y displacer.
11- LA
DIFICULTAD PARA ABRIRSE A RECIBIR, PARA DISFRUTAR Y EXPERIMENTAR PLACER EN LA
VIDA:
Es el efecto y la consecuencia de
cualquiera de las otras obstrucciones ya citadas: el miedo, las creencias
negativas, la culpa, la ingratitud, el orgullo, el perfeccionismo, el resentimiento y el odio retenido, la negativa a dar, la queja, la incapacidad para tolerar la frustración.
De esta manera, nuestra necesidad de
recibir queda bloqueada y vamos a intentar compensarla de formas
distorsionadas, por ejemplo: dando compulsivamente, llamando la atención de
distintas formas, incluso negativas,
haciendo cosas para agradar, recibir amor y aprobación, enfermándonos para
recibir cuidados y cariño, siendo complacientes, buscando el reconocimiento y
el éxito en forma compulsiva, buscando ser vistos y escuchados de maneras
forzadas, reclamando y lamentándonos, usando formas de arrebatar lo que
queremos, queriendo obtener lo que queremos sin importar el costo ni el daño, usando
el rol de víctimas.
Nuestra necesidad de disfrutar y
experimentar placer en la vida quedará muy disminuida y vamos a tratar de
buscar la satisfacción con formas distorsionadas y sustitutivas de obtener placer, a través de conductas adictivas o compulsivas.
En la medida que vamos disolviendo los impedimentos
y bloqueos, crece y se multiplica nuestra capacidad para abrirnos a recibir lo
mejor de la vida y para experimentar gozo.
12-
LA DESCONEXIÓN CON LA FUENTE:
Esta es la causa y la consecuencia
fundamental de todas las obstrucciones, es la causa ya que a partir de esta
desconexión surgen los impedimentos, y luego éstos alimentan y perpetúan la
desconexión.
La fuente es nuestro Ser Esencial, es
nuestro hogar interno, allí donde reside nuestra abundancia, alegría, paz,
amor, verdad, fe, belleza y todas la cosas que siempre anhelamos en lo
profundo.
La clave aquí es la entrega del ego que
necesita aprender a ponerse al servicio del alma, esa es su real función, el
ego no es fuente de amor, ni sabiduría, ni abundancia, es solamente el ejecutor
y el que decide, es el administrador de nuestro reino, el problema es cuando
toma el mando y se interpone a los dictados del alma y de nuestro núcleo
profundo, imponiendo su voluntad por sobre la voluntad del corazón. Nuestro
gran aprendizaje es la entrega y la confianza en la bondad de la vida,
encontrar que no hay nada que temer y que rendirse a la Fuente es el lugar más
seguro que puede haber, esta fe se construye pasando por el terror a
disolverse, a morir desintegrados y ser destruidos si nos permitimos caer
rendidos en sus brazos y soltar el control. En ese maravilloso proceso
encontramos una fuerza, una felicidad y una plenitud que desconocíamos. La
Abundancia reside allí y siempre está disponible para nosotros, allí accedemos
a esa frecuencia y nos vamos instalando en ella, abriéndonos paso a paso…
Silvia Merlo
Silvia Merlo
MUYYY BUENO
ResponderEliminarGracias Sofia!!
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