Los seres humanos tenemos una innata necesidad de pertenecer al clan del que formamos parte, lo tenemos ligado muy profundamente a la supervivencia. Hemos nacido y crecido en una sociedad regida por determinados valores utilitarios. Los hemos aprendido en casa, en la escuela, en el barrio, en el trabajo, en la televisión, esta impreso en el inconsciente colectivo y en la historia de la humanidad. Cada uno de nosotros intentó encajar y encontrar un lugar dentro de esta cultura y tuvo su precio.
¿Cuáles fueron y son los efectos en nosotros?
Dado que en el afán de pertenecer hacemos toda
clase de esfuerzos para ser aceptados e incluidos en los sistemas en que nos
movemos, si el valor reinante es la utilidad vamos a tratar por todos los
medios de ocultar cualquier signo de “inutilidad”, “torpeza”, “debilidad”, “incapacidad”,
trataremos de no parecer “tontos”
“locos”, “feos”, “defectuosos”, de mantener bajo control cualquier
indicio que pueda dar lugar a quedarnos afuera, a que nos dejen de lado y
seamos descartados. Si nos ponemos a
cuestionar estos adjetivos que están entre comillas, vamos a descubrir que si los miramos profundamente y
sin juicios, en ellos se encuentra algo muy valioso y que es bueno, una forma
de inteligencia que no es la lógica reinante, que trae algo diferente y que
tiene un aporte para dar al mundo. Es cierto que no encajan con el modelo
utilitario, por eso tendemos a descalificar y amputar algunos aspectos de
nosotros mismos que son altamente creativos, amorosos, empáticos, sensibles,
bellos y que al rechazarlos quedan ocultos en las sombras, creando síntomas que
nos llevan a confirmar que son malos.
Si lo observan, el fantasma de “no servir”, de “no
estar a la altura” de “no cumplir” esta presente en casi todo: En los vínculos,
en las relaciones laborales, en la búsqueda de trabajo e inserción social, en
la profesión, en la familia, en la pareja, en la calle cuando circulamos, en el
banco, en la disco, en la sexualidad, en el dinero, en el desempeño diario, en
nuestro aspecto físico, en nuestra relación con el cuerpo, con la estética, con
la imagen que tenemos de nosotros mismos y de los demás. Esto tiñe nuestras
vidas.
Pareciera que últimamente este modelo utilitario
está en su apogeo, hemos creado una sociedad de lo descartable que está haciendo crisis, como todo aquello que llega a la cima. Hombres
y mujeres estamos afectados por este modelo de lo que llamamos “éxito” y lo
seguimos alimentando día a día sin darnos cuenta, en nuestro intento de seguir
perteneciendo, funcionando, formando parte. Esto tiene consecuencias
destructivas muy grandes para todos, incluyendo nuestra relación con la Tierra
y sus recursos….
Los invito a que observen en sus vidas las formas que toma este modelo, en qué aspecto y área se manifiesta, en donde esta rigiendo sin que se den cuenta. No podemos escapar de esto, estamos inmersos en esa malla de creencias colectivas muy arraigadas que hemos absorbido desde la cuna. Lo veo a diario en mí, en mi consultorio, en mi entorno, en la calle, en los medios. Pero hoy podemos abrir los ojos y empezar a ponerlo en cuestión, empezar a darnos cuenta de cómo afecta nuestra vida y de cuánto nos aleja del bienestar, el gozo y la felicidad que tanto anhelamos, y cuánto nos aleja de la creación de un mundo que soñamos en lo profundo: más feliz, inclusivo, amoroso, pacífico.
Los invito a que observen en sus vidas las formas que toma este modelo, en qué aspecto y área se manifiesta, en donde esta rigiendo sin que se den cuenta. No podemos escapar de esto, estamos inmersos en esa malla de creencias colectivas muy arraigadas que hemos absorbido desde la cuna. Lo veo a diario en mí, en mi consultorio, en mi entorno, en la calle, en los medios. Pero hoy podemos abrir los ojos y empezar a ponerlo en cuestión, empezar a darnos cuenta de cómo afecta nuestra vida y de cuánto nos aleja del bienestar, el gozo y la felicidad que tanto anhelamos, y cuánto nos aleja de la creación de un mundo que soñamos en lo profundo: más feliz, inclusivo, amoroso, pacífico.
Recuerden cuáles eran los valores de pertenencia
que regían en sus hogares y entorno: ¿Qué era valorado, qué era rechazado y
devaluado?
¿Dónde operaba esta forma utilitaria?. Recuerden cómo les afectó en la escuela, en la familia, en relación con la autoridad, maestros y jefes, en relación con el sexo opuesto y con sus congéneres, en su red vincular y social, recuerden cómo se defendieron de este miedo a no pertenecer, a no estar a la altura, a no servir, a no ser suficiente, observen cómo esto sigue vivo hoy, observen el miedo a quedar afuera, a ser descartados en algo o descalificados, vean qué aspectos de ustedes mismos rechazan y descalifican, comprueben si tiene algo que ver con este miedo a no encajar, y vean también cómo lo hacen o lo hicieron con los demás. Vean el miedo a la pérdida o a quedar solos, vean todos los esfuerzos que hacen (a veces no son tan obvios) para seguir perteneciendo, persiguiendo una sensación de valor y existencia.
¿Qué cualidades, qué aspectos, qué particularidades tiene cada uno de ustedes, que no cumplen con el modelo? ¿Qué sienten al respecto y cómo reaccionan? ¿Se esfuerzan por ocultarlas, se someten, se rebelan, se quedan afuera, hacen de cuenta que no les importa? ¿En cuáles “cumplen” y cómo se sienten con eso? Vean cuántas defensas han creado, cuántas elecciones hacen o hicieron con la ilusión de encajar o de evitar quedar afuera.
¿Dónde operaba esta forma utilitaria?. Recuerden cómo les afectó en la escuela, en la familia, en relación con la autoridad, maestros y jefes, en relación con el sexo opuesto y con sus congéneres, en su red vincular y social, recuerden cómo se defendieron de este miedo a no pertenecer, a no estar a la altura, a no servir, a no ser suficiente, observen cómo esto sigue vivo hoy, observen el miedo a quedar afuera, a ser descartados en algo o descalificados, vean qué aspectos de ustedes mismos rechazan y descalifican, comprueben si tiene algo que ver con este miedo a no encajar, y vean también cómo lo hacen o lo hicieron con los demás. Vean el miedo a la pérdida o a quedar solos, vean todos los esfuerzos que hacen (a veces no son tan obvios) para seguir perteneciendo, persiguiendo una sensación de valor y existencia.
¿Qué cualidades, qué aspectos, qué particularidades tiene cada uno de ustedes, que no cumplen con el modelo? ¿Qué sienten al respecto y cómo reaccionan? ¿Se esfuerzan por ocultarlas, se someten, se rebelan, se quedan afuera, hacen de cuenta que no les importa? ¿En cuáles “cumplen” y cómo se sienten con eso? Vean cuántas defensas han creado, cuántas elecciones hacen o hicieron con la ilusión de encajar o de evitar quedar afuera.
Observen cómo este patrón de pensamiento y juicio
afecta nuestra capacidad de amar e incluir, cómo afecta la propia autoestima y
sentido de valor personal, cómo alimenta nuestra actitud condicional ante la
vida y crea separación y exclusión con aspectos de nosotros mismos que
mantenemos afuera de nuestra conciencia y que no queremos integrar, eso mismo lo
hacemos con los demás.
De la misma forma que un patovica en la puerta de la discoteca, dejamos afuera todo lo que no encaja con el molde que hemos establecido como adecuado y aceptable, y lo excluimos de nuestra vida.
De la misma forma que un patovica en la puerta de la discoteca, dejamos afuera todo lo que no encaja con el molde que hemos establecido como adecuado y aceptable, y lo excluimos de nuestra vida.
¿En dónde estamos funcionando de esta manera ante
el espejo, rechazando aspectos valiosos de nosotros mismos y también en los demás? De nosotros depende revisar e ir
desmantelando poco a poco esta estructura que seguimos
recreando cotidianamente casi sin darnos cuenta, repitiendo y recreando las
mismas actitudes que aprendimos y que tanto nos dañaron en la infancia, la
juventud y durante la vida. Es nuestra responsabilidad asumir nuestra
parte en el mundo en que vivimos a diario, en la forma en que nos tratamos a
nosotros mismos y también en la forma en que tratamos a los demás, al ecosistema, a la vida.
Todos
merecemos ocupar un lugar en el mundo tal como somos, todos merecemos ser
amados y valorados con todo lo que traemos en nuestra unicidad, es lo mejor que
tenemos, lo más real, lo más verdadero. Todos merecemos Ser y Pertenecer.
Es tiempo de despertar, podemos traer del olvido todo lo que somos, invitando a la reunión, parte por parte, aquello que hemos dejado afuera y hacerle un espacio en nuestro corazón. Hay una riqueza, un tesoro escondido a rescatar de las profundidades del Alma. Si nosotros le hacemos lugar, luego el mundo lo hará también.
Silvia Merlo
Silvia Merlo
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